Hace poco colgué la reseña de Firelight (Alma de Fuego) de Sophie Jordan, así que esta entrada de momentos especiales será de el libro que he mencionado antes.
Espero que lo recordéis con cariño e ilusión, y si no es así, espero que al leer este momento os entren ganas de leer el libro. Y si no es ninguna de esas dos cosas, espero que este momento os arranque una sonrisa al igual que a mí.
Sigo a la multitud de chicas que se dirigen al gimnasio, procurando mantener una distancia sana de la presión de los cuerpos. Todo es abrumador. Los olores extraños, los sonidos chirriantes, la falta de espacio abierto y aire fresco... Un ruido de pelotas sacude el aire viciado, rebotando en el suelo de madera, aumentando de volumen conforme nos acercamos a las puertas dobles del gimnasio.
-Parece que hoy vamos a entrenar con los chicos - dice Catherine cuando atravesamos las puertas para internarnos en el ambiente acre y saturado de sudor.
Esa sensación me acomete de nuevo, y de inmediato sé que él está aquí. Descubro a Will en el otro extremo del gimnasio y veo cómo lanza una canasta de tres puntos, balanceándose levemente sobre los talones. Antes incluso de que la pelota descienda por la red, me está mirando. Un calor familiar me sube por el pecho hasta la cara.
-¡Los chicos a este lado, y las chicas, a este! -exclama un entrenador, que luego toca el silbato y hace gestos para dividir los lados de la cancha.
-Puf, la horrorosa unidad de baloncesto -masculla Catherine arrastrando las palabras-. Preferiría correr por la pista.
Nos colocamos en fila para lanzar tiros libres. En mitad de la cancha, el final de la cola de los chicos choca con el final de la de las chicas. Aquí es un poco caótico; las sirenas convergen y unos y otras se mezclan para insultarse en tono amistoso.
Por el rabillo del ojo veo que Will deja su puesto y retrocede hasta donde estamos Catherine y yo, al final de nuestra fila.
-Hola -me saluda él.
-Hola.
Catherine nos mira a ambos y saluda secamente. Luego se aparta el flequillo de los ojos, se coloca delante de mí y nos da la espalda.
-Bueno -empieza Will -,¿juegas a baloncesto tan bien como corres?
Me río un poco. No puedo evitarlo. Will es dulce y encantador, y yo tengo los nervios a flor de piel.
-Para nada.
La conversación no pasa de ahí mientras avanzamos en nuestras respectivas filas. Catherine me observa por encima del hombro, evaluándome con sus grandes ojos marinos. Como si no alcanzara a comprenderme. Se me borra la sonrisa y desvío la mirada. Jamás podrá entenderme. Yo nunca podré dejar dejar que lo haga. Nunca, ni ella ni nadie de aquí.
Catherine se me encara con los brazos cruzados.
-Haces amigos rápidamente. Desde el primer curso yo he hablado con unas... -Hace una pausa y mira hacia arriba mientras cuenta mentalmente -. Tres, no..., cuatro personas. Y tú eres la número cuatro.
Yo me encojo de hombros.
-No es más que un chico.
Catherine se cuadra ante la línea de tiros libres, regatea unas veces y lanza. La pelota atraviesa limpiamente la red. Catherine la atrapa y me la tira a mí.
Yo intento copiar sus movimientos, pero mi lanzamiento se queda bajo y la pelota se cuela por debajo del tablero. Vuelvo al final de la cola.
Will ya está esperando en la mitad de la cancha, dejando que otros pasen delante de él. Me arde la cara al ver el descaro con que se queda rezagado.
-No hablabas en broma -se burla por encima del estruendo de las pelotas de baloncesto.
-¿A ti te ha salido bien? -le pregunto, deseando haber mirado mientras lanzaba.
-Sí.
-Por supuesto -replico con sorna.
Will deja pasar a otro estudiante. Yo hago lo mismo. Ahora Catherine está varias chicas por delante de mí.
Los ojos de Will me examinan, deslizándose por mi pelo y mi cara con profunda intensidad. Como si estuviera memorizando mis rasgos.
-Sí, bueno -dice-, pero yo no puedo correr como tú.
Avanzo en mi hilera, pero al volver la vista atrás, descubro que él sigue mirándome.
-Guau -murmura Catherine con su voz ronca, poniéndose a mi lado-. No tenía ni idea de que pasará así.
Me giro hacia ella.
-¿Qué?
-Ya sabes. Las historias en plan Romeo y Julieta. El amor a primera vista y todo eso.
-No hay nada de eso -me apresuro a decir.
-Casi te creo.
Ya hemos llegado de nuevo. Catherine lanza su tiro, que entra perfectamente en la red.
Cuando lanzo yo, la pelota choca contra el tablero, vuela de forma incontrolable y golpea a una entrenadora en la cabeza. Yo me tapo la boca con una mano y la entrenadora consigue no caer al suelo por los pelos. Varios estudiantes se ríen. La mujer me fulmina con la mirada y se recoloca la gorra.
Tras hacer un ademán de disculpa, regreso al final de la hilera.
Allí está Will, luchando por no reírse.
-Genial -comenta-. Me alegro de haber estado lejos de ti.
Cruzo los brazos y me resisto a reír, me resisto a sentirme bien cerca de él, pero resulta muy difícil. Quiero sonreír. Quiero gustarle, estar cerca de él, conocerlo.
-Que bien que te rías de mí, ¿no? -replico, y entonces su risa cesa y de nuevo vuelve a mirarme con esa extraña intensidad.
Solo yo lo comprendo. Yo sé por qué. Debe de recordar..., debe de reconocerme a cierto nivel, aunque no logre entenderlo.
-¿Quieres salir con migo?- pregunta de repente.
Yo parpadeo.
-¿Quieres decir... en plan cita?
-Sí. Eso es lo que un chico suele querer decir cuando hace esa pregunta. -Suenan silbatos. Los chicos y las chicas van en direcciones opuestas-. Vamos a practicar melés en mitad de la pista -masculla Will, y parece abatido mientras los entrenadores reparten unos chalecos-. Hablaremos más tarde, en la sala de estudio, ¿vale?
Yo asiento, con una tremenda presión en el pecho, con problemas para respirar. Nos veremos dentro de bastantes horas, así que tengo tiempo para decidir si salgo con un cazador. La elección debería ser fácil, obvia, pero ya me duele la cabeza. Dudo que nada vuelva a ser fácil para mí.
Bueno, y ese es el momento que pretendía que recordarais, ojearais, y espero que os haya gustado y hecho sentir tantas cosas como a mí.
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