Hace poco nos dieron la gran noticia de que Cazadores de sombras; Los orígenes: 3. Princesa mecánica se publicaría en español el próximo 28 de mayo de este año, así que me ha parecido conveniente, que uno de los momentos especiales sea de esta saga, de forma que la espera no sea tan horrible. Pero a pesar de todo eso plantearos, ¿estáis listos para despediros de Tessa, Will y Jem? Porque para ser sincera yo no.
Bueno, a lo que íbamos, que siempre me enrollo, aquí tenemos un gran momento de Cazadores de sombras; Los orígenes: 2. Príncipe mecánico.
Encontró el libro que estaba buscando y se arrodilló junto a la estantería; lo hojeó hasta que encontró la página, la escena en la que el viejo de "Christabel" se da cuenta de que la muchacha que está ante si es la hija del que fuera su mejor amigo y que ahora es su enemigo más odiado, el hombre que nunca podrá perdonar.
Pero los murmullos pueden envenenar la verdad;
Y la constancia vive en los reinos de lo alto;
Y la vida es espinosa, y la juventud vana;
Y merecer a quien amamos
Es como una locura para el cerebro.
Ambos pronunciaron palabras de gran desprecio,
E insultaron el corazón de su mejor hermano.
Se separaron, ¡para nunca verse más!
La voz que oyó sobre ella era tan desenfocada como conocida.
-¿Comprobando si mi cita es exacta?
El libro se le resbaló a Tessa y cayó al suelo. Ella se levantó y observó, paralizada, a Will agacharse para recogerlo y luego tendérselo con toda la cortesía del mundo.
-Te lo aseguro -añadió él-: mi memoria es perfecta.
"Y la mía" pensó Tessa.
Ésa era la primera vez que estaban solos desde hacía semanas. Desde aquella horrible escena en el tejado, cuando él había insinuado que la consideraba poco más que una prostituta y, además, estéril. Nunca habían vuelto a mencionar ese momento. Habían continuado como si todo fuera normal, comportándose con corrección cuando se hallaban en grupo y evitando quedarse solos. De alguna manera, cuando estaban con otra gente, Tessa casi era capaz de olvidarse de eso. Pero frente a Will, sólo Will (guapo como siempre, con el cuello de la camisa abierto para mostrar las Marcas negras sobre la clavícula y la blanca piel del cuello, y con la luz bailoteante de la vela reflejando los elegantes planos y ángulos de su rostro), el recuerdo de la vergüenza y la rabia le formaron un nudo en la garganta que ahogó sus palabras.
Él se miró la mano, que aún sujetaba el pequeño volumen encuadernado en cuero verde.
-¿Vas a quitarme a Coleridge de la mano o me voy a quedar eternamente en esta posición tan tonta?
En silencio, Tessa le cogió el libro.
-Si deseas utilizar la biblioteca -dijo ella, desponiéndose a salir -, puedes hacerlo sin problema. Ya he encontrado lo que buscaba, y como se hace tarde...
-Tessa -la llamó él, y tendió una mano para detenerla.
Ella lo miró y deseó poder pedirle que volviera a llamarla señorita Gray. Sólo la forma en la que él decía su nombre la deshacía, le soltaba algo que tenía anudado con fuerza bajo las costillas y le cortaba la respiración. Deseó que él no usara su nombre, pero sabía lo ridículo que resultaría si se lo pedía. Sin duda estropearía todo lo que se había esforzado para conseguir que él le resultara indiferente.
-¿Sí? -preguntó ella.
Había algo de melancolía en la expresión de Will mientras la contemplaba. Tessa se contuvo para no mirarlo sorprendida. ¿Will, melancólico? Tenía que estar fingiendo.
-Nada, Yo... -Él sacudió la cabeza; un mechón de cabello oscuro le cayó sobre la frente, y se lo apartó de los ojos con un gesto impaciente-. Nada -repitió-. La primera vez que te enseñé la biblioteca, me dijiste que tu libro favorito era The Wide Wide World. He pensado que quizá te gustaría saber que lo... he leído. -Tenía la cabeza inclinada, y la miraba a través de las espesas pestañas, alzando sus ojos azules; Tessa se preguntó cuantas veces Will habría conseguido lo que se proponía solo mirando así.
-¿Y ha resultado ser de tu gusto? -preguntó la chica con una voz educada y distante.
-En absoluto -contestó el cazador -. Me parece tonto y sentimental.
-Bueno, contra gustos... -repuso Tessa con dulzura, sabiendo que él estaba tratando de pincharla y negándose a morder el anzuelo -. Lo que para uno es miel paro otro es hiel, ¿no te parece?
¿Se lo estaba imaginando o Will parecía decepcionado?
-¿Tienes otro americano que recomendarme?
-¿Por qué iba a hacerlo si usted se bula de mis gustos? Creo que tiene que aceptar que en cuestiones de lectura estamos en extremos opuestos, como lo estamos en muchas otras cosas, y buscar sus recomendaciones en otra parte, señor Heronalde.
Se mordió la lengua en cuanto acabó de hablar. Eso había sido excesivo, y lo sabía.
Y como cabía esperar, Will no lo dejó pasar, y reaccionó como una araña que salta sobre una mosca especialmente jugosa.
-¿Señor Heronalde? -repitió-. Tessa pensaba...
-¿Qué pensabas? -preguntó ella en un tono glacial.
-Que al menos podríamos hablar de libros.
-Lo hemos hecho -replicó ella -. Tú has insultado mis gustos. Y deberías saber que The Wide Wide World no es mi libro favorito. Sólo es una historia que me gustó, como la de The Hidden Hand, o... ¿sabes?, quizás deberías sugerirme tú algo a mí, para que pueda juzgar tus gustos. De otra forma no sería justo.
Will saltó sobre la mesa más cercana y se sentó, balanceado las piernas, claramente pensando en el asunto.
-El castillo de Otranto...
-¿No es ese el libro en el que el hijo del héroe muere aplastado por un casco gigante que cae del cielo? ¡Y tú decías que Historia de dos ciudades era tonto! -exclamó Tessa, que habría muerto antes de admitir que había leído Otranto y le encantaba.
-Historia de dos ciudades -repitió Will -. Lo he vuelto a leer, ¿sabes?, porque hablamos de él. Y tenías razón. No es nada tonto.
-¿No?
-No -contestó él -. Hay demasiada desesperación en él.
Ella lo miró a los ojos. Eran azules como lagos; sintió como si se hundiera en ellos.
-¿Desesperación?
-Sydney no tiene futuro -comentó él, serio -, ¿no? Con amor o sin amor. Sabe que no puede salvarse sin Lucie, pero permitirle que esté con él sería degradarla.
Tessa negó con la cabeza.
-No es así como yo lo recuerdo. Su sacrificio es noble...
-Es lo único que puede hacer -insistió él -. ¿Recuerdas lo que le dice a Lucie? "De haber sido posible... que correspondierais al amor del hombre que tenéis delante, de este hombre degradado, fracasado, borracho y completamente inútil, él se hubiera dado cuenta en este día y en esta hora, a pesar de su felicidad, de que no os hubiera acarreado más que miseria, tristeza y arrepentimiento, que os habría mancillado y os habría hecho desgraciada, al arrastraros en su caída."
Un leño cayó en la chimenea y lanzó una lluvia de chispas, que sobresaltó a ambos e hizo callar a Will; a Tessa el corazón le dio un vuelco, y apartó los ojos de su acompañante.
"Estúpida -se dijo enfadada -. Qué estúpida."
Recordaba cómo la había tratado, lo que le había dicho, y en ese momento estaba dejando que se le deshicieran las rodillas tan sólo por oír unas frases de Dikens.
-Bueno -repuso ella -. Sin duda has memorizado un buen trozo. Muy impresionante.
Will se abrió más el cuello de la camisa, dejando al descubierto la elegante curva de la clavícula. A Tessa le costó unos segundos darse cuenta de que él le estaba enseñando una Marca que tenía unos centímetros por encima del corazón.
-Mnemosyne -dijo Will -.La runa de la memoria. Es permanente.
Rápidamente, Tessa apartó la mirada.
-Es tarde. Debo retirarme; estoy agotada. -Pasó junto a él y fue hacia la puerta. Se preguntó si él resultaría herido, luego apartó esa idea de la cabeza. Era Will; por muy volátil que tuviera el humor, por muy encantador que fuera cuando estaba de buenas, era un veneno para ella, para cualquiera.
-Vathek -dijo él, mientras se dejaba caer de la mesa.
Tessa se detuvo en la puerta, al darse cuenta de que aún aferraba al libro de Coleridge, pero luego decidió que haría bien en llevárselo. Sería un agradable cambio respecto al Códice.
-¿Qué es eso? -preguntó.
-Vathek -repitió Will -. De William Beckford. Si te gustó Otranto -ella pensó que no había admitido que le gustara -, creo que te gustará éste.
-Oh -exclamó ella-. Bueno. Gracias. Lo recordaré.
Él no contestó; seguía de pie donde ella lo había dejado, cerca de la mesa. Miraba al suelo, y el oscuro cabello le ocultaba el rostro. Un trocito del corazón de Tessa se ablandó.
-Y buenas noches, Will -añadió antes de darse cuenta.
Él la miró.
-Buenas noches, Tessa.
De nuevo parecía melancólico, pero no tan triste como antes. Fue a acariciar a Iglesia, que había estado durmiendo durante toda su conversación y ni siquiera se había despertado por el ruido del leño al caer en la chimenea, y aún se desperezaba en el atril, con las patas en alto.
-Will... -comenzó Tessa, pero fue demasiado tarde. Iglesia soltó un fuerte maullido al ser despertado, y enseñó las garras. Will comenzó a maldecir. Ella se marchó, incapaz de ocultar una sonrisa.
¿A que habéis recordado esto con cariño? Seguro que dentro de nada tenemos Princesa Mecánica en nuestras manos y disfrutamos del final;).
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